Todo el mundo reniega de las
bodas… que si me han invitado a una boda, qué putada. Venga a soltar pasta: que
si el vestido o el traje (porque si eres como yo, que tiene una boda de década
en década, posiblemente el vestido que te pusiste en aquellos tiempos lleva
hombreras en los tirantes y te cabe en el dedo gordo), que si el regalo, que si
…uf, a ver con quién me sientan en la mesa… porque esa es otra, cuidado con lo
que dices en la mesa, con siete personas que acabas de conocer, que os miráis
las unas a las otras pensando si te habrás equivocado de boda o si el traje
nuevo de la de al lado es motivo de aquello de las hombreras… Y piensas, de qué
hablo para que se note que no quiero entrar en discusiones polémicas pero que
no suene a aquello de “puesí, puesí”… Ay, si es que hay cada situación social
que hay que salvar… por aquello de mantener las formas. Bueno, que sí, que es
un poco rollo.
Pero salvados estos pequeños
inconvenientes que no hacen más que darle morbo y juguillo al evento –en qué
quedaría una boda sin estar el día de antes buscando unos zapatos a toda velocidad,
o sin perderse yendo al local de bodas sito a tomar viento- ya hay que asumir
la realidad: se está en la ceremonia, si es civil tienes suerte, si es
religiosa puedes irte al bar de enfrente o escuchar el sermón de “si no contáis
con Dios en vuestra relación seguro que os separáis”. Porque vale, bien. Vamos
a detenernos de nuevo en estas dos cuestiones: si la ceremonia es religiosa hay
quienes lo primero que hacen cuando llegan a la Iglesia es localizar el bar más
cercano y aparecen luego en el convite con la corbata en la cabeza, para qué andar
con preliminares, y hay quienes bien sea
porque son creyentes o porque con esto de mantener las formas piensan que hay
que soportar el chaparrón (yo misma, qué tonterida más grande) pues nos
tragamos todo el speech del cura. Yo, primero busco un sitio localizado en los
últimos bancos, y si puede ser al lado de alguien que conozca bien, que luego
viene lo de darse la paz y ese momentazo paripé con alguien desconocido se
lleva peor. Porque yo ir a comulgar, santiguarme, repetir las frases típicas…
me abstengo, pero en el momento de darse la paz si tienes al lado a una persona
desconocida que te tiende la mano con su mejor voluntad pues me da cosa dejarle
colgado, puede pensar que no le deseas la paz, y nada más lejos de la realidad.
Tú deseas la paz a todo el mundo pero vaya, no así. Por eso nunca me han
gustado las obras de teatro interactivas.
Y luego eso, el sermón. Yo lo
escucho, de verdad que sí, pero como un experimento sociológico (como los que
vemos Gran Hermano) y no como una cuestión de fe, evidentemente. Me he fijado
que dependiendo de si el cura es más joven o más talludito la cosa cambia. Pero
porque el joven es más radical en su discurso, sí, sí, como os cuento, lo tengo
comprobado… Claro, es que para que hoy en día un tío de 30 años se meta a cura
tiene que haber interiorizado un discurso muy salvaje, sino ya me diréis, y
esto con el mayor de los respetos y sin querer ofender a nadie. Hace 40 o 50
años casi todos los niños querían ser cura, era la moda e incluso era una buena
forma de sobrevivir a la dura posguerra, es hasta entendible. Pues eso, que el
cura soltando aquello de “acoged a Dios en vuestra relación porque si no, no os
puedo asegurar de que aguantéis”… hombre, que se están casando los chiquillos,
no les agues la fiesta ya. Y vaya, que por mucho Dios que sea, una relación es
de dos personas… tres ya son multitud, y si tenemos en cuenta que al final
entra la suegra, el cuñado… ni el coño de la Bernarda es aquello ya...
Después de soportar la ceremonia
viene la celebración. Y aquí quería yo llegar. Yo soy más bien de salir poco,
pero en las bodas no sé qué me embarga que lo doy todo. Y sin necesidad de
secar la barra libre (que yo no suelo beber, en general). Claro, es que me
ponen Camilo Sesto ya de entrada y no puedo dejar de moverme…y luego Rafaella
Carrá. ¿Quién puede resistirse a esa delicia?. A mí me resulta imposible. Y me
da igual que la boda sea de mañana o de noche. Yo, que soy de trasnochar poco,
me lanzo a la pista de baile cual persona imbuida por el baile de San Bito. Y
aguanto con los taconazos como una jabata. Ahí estoy yo marcándome el Nosa, dándolo todo,
aunque en realidad odie esa canción. Porque ese es otro de los fenómenos que
experimento: las canciones que habitualmente me parecen abominables en las
bodas hasta las bailo con coreografía, y si no tienen me la invento.
Yo intento darle a todo esto una
explicación, porque soy una mujer de mucho reflexionar… Y creo que la he
encontrado. Los bailes de las bodas tienen toda esa carga kich, entre viejuna y
bizarra, que a mí me hace falta para que se me dispare el cuerpo. La música que
siempre ponen, que la mayoría me encanta y ya casi nunca se encuentra en bares
normales, la estética de los salones estos de boda, con su bola de discoteca,
sus columnas de espejos, los “que se besen los padrinos”… y, sobre todo, la
compañía, las personas con las que has desatado tu furia bailonga. Si os
fijáis, a las bodas normalmente acude una mezcla heterogénea de familiares,
amigos… Lo que compone una masa que va entre los 15 y los 80 años. El público
que abarrota la pista de baile es lo que, definitivamente, acaba por
convencerme: bailar Los Pajaritos con mi tía, con casi 70 años, que hasta
escayolada es capaz de dar dos vueltas de campana, hacer coreografías de
Pimpinela con mi tío, que está sordo cual tapia pero que el “y pega la vuelta”
lo escucha bien clarito… Marcarme un “agarrao” con mi primo segundo de 15 años,
que el pobre no sabe dónde poner las manos. Y luego ese “Folou de líder”, con
la novia en cabeza, arrastrando un vestido carísimo y lleno de
lamparones de licor, y diciendo entre exabruptos: ¡¡¡Ogggg quieeeeroooommpfff….grrraa..ciasssss porrrrfff
venirrr....!!!.
Pero, en serio, ¿vosotros podéis resistiros a esta maravilla…?
A ver, querida, tú sabes que comparto contigo mucho corchipanismo y regalos en los chinos. Pero las bodas me superan. En general y prácticamente todas. Hago lo posible por no ir, me invento enfermedades tropicales, accidentes, despido fulminante, lo que sea. Pero si hay que ir, rara rarísima vez me he "entregado".
ResponderEliminarYo soy de las rancias que se la pasan criticando el modelazo de la prima, el discurso del cura, los arreglos florales y lamentando las elecciones musicales. Soy una asco de invitada.
Pero si algún día me caso, te juro que te pongo el foloudelider para que tú lo bailes. Agustito.
ResponderEliminarSi, Trybe! el Foloudelider y Las Grecas, sobretodo!!! :))))
Dios... necesito H&S
ResponderEliminarAdrià